Lugares en peligro de extinción

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Tener un esposo taaan viajero (realmente he llegado a pensar que es una adicción-enfermedad-caso serio) significa, entre muchas cosas, tener suscripciones a cinco revistas mensuales sobre viajes que en mi afán de limpieza y orden, me dedico a cortar los artículos y fotos que me gustan para conservarlos como inspiración y tirar la publicidad (con el perdón de los que pagan las millonadas por aparecer ahí); ya sabes, siempre con títulos vendedores como “100 lugares que ver antes de morir”, “las playas de ensueño”, “destinos que te quitan el aliento” y blablablá, pero últimamente algo que me ha dado cierta preocupación es que cada vez más seguido veo títulos tipo “lugares que visitar antes de que desaparezcan” ¿Radical, no?.

Algo está cambiando seriamente y no parece que haya vuelta atrás. Seguro hace un tiempo le dabas el avión a los temas de calentamiento global porque se veía super lejano, pero hoy es algo que se puede percibir en nuestra vida cotidiana.

Lo que a mí me impactó para hacer un alto y pensar con más detenimiento en esto, fue cuando en marzo de este año, aunque ya se sentía la primavera en Nueva York, de un día a otro bajó la temperatura, nevó y a los tres días ya estábamos de nuevo pensando en florecitas. Totalmente extraño, inusual.

Es cuando te dices: Si separo basura, cuido el agua (bueno, no cuenta cuando ando inspirada cantando al bañarme), apago luces, uso las escaleras en vez del elevador (aunque sea solo para bajar, pero algo es algo) ¿Qué estamos haciendo taaan mal, que el planeta ya está como está?

Pienso que ahora, nuestro compromiso va más allá, consiste no solo en separar basura para que se recicle, sino en no generar tanta. Neta, ¿cuántas cosas de las que compramos, son necesidades reales y cuántas son creadas? Qué tanto empaque traen, cuántas veces las usamos antes de desecharlas. Según leí, el problema con la basura es que al descomponerse y/o quemarse, se genera tremenda cantidad de dióxido de carbono, el causante del efecto invernadero – es decir que atrapa el calor de los rayos solares en la atmósfera y por eso se da el calentamiento global-.

También contribuyen a la generación de dióxido de carbono, el uso de aires acondicionados, la combustión derivados del petróleo, la tala de árboles, etc. y sé que no es fácil querer de pronto convertirte en un ecologista en su máxima potencia, pero si creo que hay pequeñas cosas que podemos ir adaptando a nuestras vidas hasta convertirlos en hábitos. Mini-compromisos que sumen para frenar en medida de lo posible, la desaparición de ecosistemas enteros y en el caso de los viajes, de lugares increíbles que tal vez ni habías pensado conocer un día, pero que son el hogar de alguien más.

Por todo lo anterior; por las ganas que tengo de ir algún día a ver osos polares en su hábitat – de lejitos, tampoco soy tan insensata-, de conocer las islas Maldivas, Madagascar, las Seychelles, la gran barrera de coral de Australia, etc. y sabiendo el dineral que debemos ahorrar para lograrlo – quien sabe cuantos años tardemos –; me comprometo públicamente, que es mucho decir, a bajarle a las compras de por internet para evitar tanto empaque y transporte, a procurar el consumo de productos locales, a insistirle a mi esposo en que leamos revistas digitales en vez de tanto papel y pensarme tres veces antes de comprar algo, si es una necesidad real o creada.

Y tú, ¿A donde quisieras ir antes de que desaparezca? ¿A qué te comprometes?

Aquí les dejo unas fotitos para la inspiración:

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Fuentes: http://time.com/42294/amazing-places-visit-vanish/